Tuesday, February 28, 2006

Solidaridad

Es una extraña sensación. Tener conciencia de que formas parte de un algo. Que eres uno más en un todo. Una pieza. No sé. Sentir que ahí afuera, tras esa resignada mirada que se extiende como una epidemia, detrás del desengaño que las palabras no saben ocultar, de esa inquietante indiferencia, de las supuestas diferencias.... espera paciente la solidaridad.
Dormida en una esquina. Quieta. Con la esperanza de ser despertada en cualquier momento. Así que no pases a su lado de puntillas.

En ocasiones se manifiesta precedida de un ruido intermitente cada vez mas próximo, seguido de unos destellos de luz que se vuelven paulatinamente mas visibles. Ahora ya poco importa de donde vienes o a donde te diriges. Es como si se desvaneciese ese permanente yo para dar paso a la duda sobre un él o ella. Después, casi instintivamente y guiado por la imperiosa necesidad, te apartas a un lado.

Así, abriéndose paso en un mar de vehículos, el Moisés de nuestros días marcha victorioso en esta jungla de asfalto.
Al pasar junto a ti, por instantes, tomas conciencia de tu propia finitud. De la fragilidad del hombre. Reestructuras por completo tu escala de valores. Pero mientras la ambulancia se aleja, los mas impacientes te indican que debes reanudar la marcha y vuelve de nuevo ese yo pero esta vez para quedarse.
Son sólo unos segundos pero en ellos, desconocidos como tú y como yo, unidos por un objetivo común, dejamos de serlo.

Monday, February 27, 2006

Un viaje programado


Palabras. Solamente palabras. Aquellas que nunca dijo y ahora le resulta imposible escuchar. Mientras deambula por la calle con lento caminar y sorteando los charcos, absorto en sus pensamientos, miles de minúsculas gotas de lluvia humedecen su rostro y los recuerdos se amontonan.

No siento los pies. Otra vez he olvidado llevar a arreglar los zapatos y el agua se filtra empapando los calcetines. La humedad hace que la ropa se confunda con este laberinto de huesos pero detesto llevar paraguas. Siempre los olvido en los lugares más insospechados y son tan incómodos.... En marzo ya se sabe... ¿Marzo?. Día 17 de marzo... cómo pasa el tiempo...

Al fin he llegado al lugar sagrado. Al recinto donde me siento a salvo. A este remanso de paz donde nadie pretende descubrirme. Donde desde el anonimato y en silencio puedo viajar. Adentrándome una vez más, sin temor, en el lodo de mi vida. Explorando mis recuerdos, recorriendo mis frustraciones. Echándome sal en las heridas porque sólo cuando siento dolor me invade esa sensación de asepsia moral.

Buenas noches. Lo de siempre, por favor. Como agradezco la compañía del vino. Es un aroma que me seduce, un sabor que me embriaga, un calor que me inunda. Son las diez y treinta y dos. Esta noche tampoco tengo prisa. Necesitaba esta copa y encender un cigarrillo. Meditar mientras espero que lentamente este salvoconducto me permita visitar las profundidades. Sólo así puedo renacer al despertar para ir desvaneciéndome hora a hora hasta llegar de nuevo la noche.

No llego a ver bien a esa pareja que ocupa la mesa del fondo aunque podría asegurar, con la venia de esta miopía, que no me conocen. Mejor si no hubiera nadie en el local.... me ponen nervioso esas miradas inquisitivas. Los ojos que juzgan sin ver. Las lenguas que no disfrazan las palabras que ofenden.

Ponme otra, por favor. Puedo sentir su aliento en mi interior, me quema y me calma. Me descifra y me encadena... ¿Cuántas palabras hubiese necesitado para expresarlo?. A lo mejor dos, tres.... no lo sé. ¿Cuánto tiempo hubiese precisado para hacértelo saber?. No más de 10 segundos. Tal vez tampoco hubiese conseguido cambiar nada...

No puedo evitar sentirme culpable. Cincuenta y cinco años. Economista. Residente en Madrid y solo. Soltero no, solo.
El día siguiente ha sido siempre hijo del anterior, perpetuando así la rutina. La única diferencia ha sido numérica. Un día mas en el calendario y uno menos en mi vida. El despertador a las 7.30. Ducha de no más de diez minutos. Un café sólo y dos sacarinas. Metro. Línea Azul. Nueve horas de trabajo como Director de Departamento Contable.

Otra, por favor. Un merecido ascenso. Eso me dijeron cuando me adjudicaron el cargo. Nada más y nada menos que el mismísimo Director General. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Me temblaban las manos cuando me hicieron entrega de aquel reconocimiento. Tu estabas allí, sonriéndome o tal vez sólo disimulabas la risa. La enérgica carcajada que luchaba por brotar de tu boca y encontraba en tus labios una barrera insalvable. Sólo tu sabias, porque yo estaba ciego, que aquel ascenso se había llevado mi tiempo. Había arrastrado tu paciencia, mi deseo, tu ilusión…. Sedimentando definitivamente la rutina y la indiferencia al pie de nuestras vidas.

Veintiocho años en la empresa. Veintiocho años en los que he dedicado mi esfuerzo y mi tiempo renunciando a mi mismo porque creía en un proyecto. ¿Un proyecto?.

Luego cuando menos te lo esperas te hablan de reducción de plantilla. Necesidades estructurales de la organización y todo ese elenco de eufemismos que conducen inevitablemente al despido. ¿Y qué voy a hacer a partir de ahora?. Era todo lo que sabía hacer. Ni siquiera puedo llorar. ¿Llorar?, lo he intentado pero hasta eso me resulta imposible.

Ponme otra, por favor. Es una mezcla de tristeza y resignación. No he podido dormir tampoco hoy. Me duelen los ojos. He revisado tres veces todos los álbumes de fotografías en sólo dos días. Encontré aquellas del viaje a Ávila. Sonrío cuando me viene a la memoria lo jóvenes que éramos.
No recuerdo el título de aquella canción que tanto te gustaba tararear mientras visitábamos la ciudad... Perdone, ¿Sabe... sabe...el título de una canción…una canción…?. Es de un grupo...un grupo.... Fórmula V.
Dice el estribillo: Nanana… Nanananana… nanananana…. nana… nanananana…
No contesta. Ni me ha mirado. Tal vez no me haya entendido… o seguramente piense que estoy borracho.... me da absolutamente igual lo que piense. Tenías razón cuando me decías que sin ti me abandonaría, mira en que me he convertido.

Otra más, por favor. Noto su calidez. La perfección. A cada aspiración del humo le sigue un recuerdo, una culpa. A cada sorbo de vino; un lenitivo, la redención. Este es el equilibrio que tanto he buscado.

Ponme otra. Durante todos estos años, cada mañana, he vestido diferente camisa pero con las mismas arrugas delatoras. Todo ha estado programado. Después del trabajo, regresar a casa dando un paseo de dos kilómetros. Llegar y tras abrir la puerta del quinto piso; sólo silencio. Crujir de maderas mientras camino hacia el salón. Depositar las llaves en el cenicero. Quitarme la chaqueta. Ponger la radio. Emisora 121.23 FM. Revisar el contestador telefónico; ningún mensaje. Mejor porque si tuviese que devolver las llamadas me saldría caro. Vuelven a subir el teléfono, que poca vergüenza. Y por si eso fuese poco las nuevas tarifas de electricidad. Aumento de un 4%. Vivir cada vez resulta más caro pero lo peor es la hipocresía con la que nos tratan los políticos. Dicen que con el euro se equiparan los precios a los existentes en otros países.... ¡Claro!. Lo que no dicen es que en otros países los salarios son muchísimo mayores. Me indigna que a estas alturas crean que no nos enteramos de nada y sólo con negar las cosas mientras tratan de ofrecernos una parca explicación, basta para darnos por informados.....

Luego la cena. Estoy cansado de los alimentos precocinados, de los congelados y los transgénicos. Si esto es el futuro que me dejen bajarme de este diabólico tren. He olvidado los sabores. El post gusto a plástico es una constante en mi paladar. Una colonia barata que se aferra a mi piel. Ahora no sabría diferenciar el sabor auténtico. ¿Quién sabe cual es el auténtico?. Dos hombres están entrando.... apenas soy capaz de enfocar sus siluetas.

Ponme otra. Lo peor son las noches. Retrasando cada vez más la llegada a casa para intentar esquivar en vano ese aroma a fracaso. Un hedor que se hace irrespirable en la soledad de esas cuatro paredes.
Las sábanas frías, testigos mudas de mis insomnios. De las madrugadas en vela y de vez en cuando de esas caricias por precio que en otro tiempo jamás habría comprendido y ahora tanto necesito.

No sé que está diciendo ese hombre de mi...... que estupidez... no me conoce. Siempre ocurre lo mismo. Es hora de irse a casa. ¿Cuánto le debo?. Tome, quédese... quédese con el cambio. Hasta otra.

Nuestro hombre se dirige con lentitud hacia la salida. Vacilando en sus pasos, dudando en el pensar. Se mantiene durante unos segundos de pie, erguido frente a la puerta. Después sale del bar, alejándose mientras entona la citada melodía. El camarero levanta la mirada y murmura:

- Cuéntame.

Tuesday, February 21, 2006

AVISO DE ULTIMA HORA

Se recuerda a quienes entran en el blog y dejan algún comentario que sería interesante que el mismo no resultase una ofensa para nadie. Creo yo que a estas alturas podemos decir lo que pensamos de una forma mas correcta.
He suprimido algunos posts porque contenian referencias y claras alusiones a términos que pudieran resultar ofensivos.
Por último, gracias a todos por daros una vuelta por la página...... y espero no tener que eliminar mas comentarios porque censurar no es lo mio.

Sunday, February 05, 2006

A esa camarera de barra

Cuentan sus labios sagrados
y su serena mirada no niega
que de un perro fiel,
escéptico y asceta,
camarada de fatigas...
por compañía se sirve
en sus nocturnos paseos.

y no siendo dueña sino sierva
ha de pagar con afecto
el tributo a su presencia,
ignorando algún defecto
que su canina Excelencia
a bien le tuviera mostrar.


Lánguida voz que suspira,
cautiva, presa, sin libertad
tras la enrejada ventana
y al displicente peregrino,
guiado sin ninguna duda
por esa sed de amistad
y el azaroso destino,
inquiere con premura:

¿Qué se le ofrece?.


Apuntan con razón alguna
las lenguas de doble filo
que esta cenicienta de barra,
con más corazón que atino,
sin haber sido princesa
de tierras con gran fortuna,
en un selecto dominio
hace las veces de reina;

contestataria en las maneras,
solícita en las demandas,
con la sinceridad por bandera,
no factura las sonrisas
ni exhibe apenas sus gracias.


Recuerda presta su persona
a la insigne concurrencia
que aquella niña que era,
hace tiempo que creció
y obligada por la vida,
arrastras, encadenada,
ciega y amordazada,

sin posibilidad de indulto,
al destierro del olvido
le condenó sin juicio previo
ese inmisericorde adulto.


Al alba, cuando los actos
traicionan sin reparo a la razón,
nacen sin vida las palabras,
aparecen los perdidos
y deja de sonar el regetón,

la joven pupila aventajada,
acólita del ducho almirante,
recaudadora y solidaria,
impulsiva y trashumante

que fiar tiene prohibido,
regresa a su morada,
abstraída, en silencio,
con el alma extenuada
y prócer deber cumplido.